Desasosiego desde el primer segundo de la película. Un comienzo escalofriante, lejano, el espacio se convierte en algo claustrofóbico con ese lento movimiento y música de tonos agudos. Al entrar en la nave vemos amplios espacios, vacíos, geométricos. No hay vida. Pero se intuye que hay una vida que no debería estar ahí.
Desde el momento en que Kane “da a luz” a la criatura hay una sensación agobiante. Las líneas ondulantes y orgánicas de todo lo relacionado con el Alien asustan y aunque no solemos verle, sabemos que está ahí. El Alien de Scott es una criatura terrorífica, casi espiritual (¿Por qué no le vemos? ¿Por qué no sabemos dónde está? ¿Por qué no muere?) Aparece por sorpresa, no le vemos claramente, intuimos su presencia, vemos los restos que va dejando detrás. Los primeros planos de los personajes hacen que no sepamos a qué se enfrentan. Los planos generales hacen que nos sintamos observados. Y nos sentimos observados porque el espectador está en la nave Nostrodomo. Y podemos ser el gato Jones, intentando huir de la criatura; no queriendo ver, pero siendo los únicos testigos. Queremos que Ripley nos proteja. Pero sabemos que pierde el tiempo, que el gato da igual. Y sabemos que el Alien está en la cápsula en la que Ripley huye, tiene que estar ahí. Queremos que esté ahí porque no nos contentamos con una huída, queremos una victoria.
2 comentarios:
Jo, maja, menudo miedo me has dado! Ya no sé si quiero verla o no. Lo propondré.
Yo no fui capaz de ver La niebla, ni la de la habitación ésa, así que... Me conformo con tu entrada.
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