No sé por qué, pero las películas de historias cruzadas nos encantan. Quizás sea por esa sensación de superioridad intelectual que dejan en la mente del espectador: "¡Claro, y Fulanita es la que pasaba por allí cuando Zutanito conoció a Menganita!". Total, que nos encanta, como a todo niño, recomponer las piezas del puzzle. Nos sentimos listos, satisfechos y ordenados. Hay películas que parecen querer poner en orden el cosmos, y que, además, lo entendamos. Películas que quieren captar la grandeza de la vida humana, de la sociedad humana, en unos cuantos minutos de metraje. El otro día alguien me comentaba que los grandes pensadores de ahora son los cineastas, son quienes se plantean cuestiones de calado e intentan darles algún sentido a través de sus películas.
Grandes cuestiones como la incomunicación y la responsabilidad de nuestros actos son motivo de quebraderos de cabeza. El director Alejandro González Iñárritu trata de dar sentido a unos cuantos conflictos tratando de ponerlos todos en orden en Babel. La película se asemeja a esos tableros con chinchetas y una bombilla que fabricábamos en el colegio. Si consigues conectar los dos puntos relacionados, la bombilla se ilumina y parece encender la zona de penumbras que se había formado en la mente del cineasta. ¿Cómo es posible que personas tan alejadas y tan distintas compartan un mismo problema, una misma angustia? La bombilla se ilumina y parece que de modo sencillo. La cultura, el país, el idioma... Todo se mezcla en esta grandiosa construcción que pretende alcanzar la sabiduría de Dios, comprender su lógica, para acabar hechos un lío. Pero Iñárritu quiere encender, por lo menos, una pequeña bombillita, que comprendamos algo sobre el hombre, sobre los hombres.
También Paul Haggis intenta poner en orden sus reflexiones sobre el racismo y la complejidad humana en Crash. Historias que se cruzan como siguiendo un esquema perfecto. Ningún cabo queda suelto, todo parece poner orden en el caos de libertades que pueblan la tierra. En la película todas las historias parecen seguir una dirección prefijada, se percibe cierta artificialidad que conduce a un cruce inevitable de los distintos personajes. Con un tono similar al de Babel, serio, lleno de silencios, cargado de tensión, el director crea una telaraña perfecta, demasiado perfecta para ser real. Aunque no en la misma película, Haggis también escribió el guión de las películas de Clint Eastwood Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima. Aunque en la película no hay juegos de malabares evidentes de personajes cuyos destinos se cruzan, si uno ve ambas películas crea esas relaciones de forma casual. Y es que las vidas de los soldados de los dos frentes se cruzaron, por casualidad, por destino o por providencia, pero seguían siendo extraños para los otros. Así como Iñárritu crea unos lazos que se cruzan de forma discreta o de forma casual, Haggis parece atar nudos guiado por el destino.
Al ver estas películas uno puede plantearse si habrá situaciones así en la propia vida. "Quizás en el pasado me crucé con esta persona a la que ahora debo tanto"... Y así como en Crash uno llega a descubrir esos lazos, muchas veces nos quedaremos con la duda. Un destino que controla la vida del hombre parece forzado, pero si la fuerza que une personas es el azar estamos hablando de algo más cotidiano. Paul Thomas Anderson plantea una reflexión sobre el azar en Magnolia. El arranque de la película ya plantea esa eterna duda de "esto no puede pasar" que mantiene hasta el sorprendente final.
Las historias que Anderson entrelaza en Magnolia ya estaban unidas desde el principio, por lo que no hay nada forzado (más o menos). Todos los personajes estaban ya relacionados aunque la historia nos empiece a contar la historia desde antes de su relación o en un momento en que esa unión había quedado aparcada. Es como si en vez de contar unas historias paralelas, el director hubiera cogido un grupo de personas y hubiera buscado a quienes tienen relación con ellos.
Aunque cruda (parece que las reflexiones sobre lo que une al hombre están muy unidas al dolor), mezcla todo tipo de sentimientos, ofreciendo una paleta de muy distintas reacciones frente al dolor o las situaciones incómodas. Los personajes, de manera orquestada, llegan a un mismo clímax en sus historias que se resuelve con un suceso desconcertante que consigue devolver a todos a la paz y la esperanza. Esa pregunta que la película plantea con los ejemplos que abren la cinta no es una duda de verosimilitud sino de asombro. ¿Puede esto pasar? no como en Crash donde el universo entero parece andar sobre la cuerda floja en un equilibro perfecto y armonioso, sino por la propia historia. No se pregunta por el manejo del guión, sino sobre el manejo del mundo y los caprichos del mismo. Y aunque el final saca al espectador del mundo que había configurado en su cabeza, solo podía haber ocurrido de esa manera. Una especie de deus ex machina que descoloca y llena de paz a los personajes, no por esa simple intervención, sino porque una vez ellos han solucionado sus conflictos ya solo les queda ver lo absurda que es esta vida y las sorpresas que depara.
Puede ser que quien vea estas películas, además de montar un puzzle dé un paso más y trate de encajar las piezas de la sociedad. Cada una de estas películas puede estar centrada en un aspecto concreto del hombre (la comunicación, el racismo, el perdón), pero también tratan sobre la sociedad. Cuando un individuo sufre, la sociedad, como un ente orgánico, lo siente, porque al final todos somos humanos, todos tenemos las mismas miserias y las mismas reacciones.
1 comentario:
La realidad siempre supera a la ficción: sí, estoy convencida de que la vida de cada uno está repleta de esos encuentros fortuitos. Si tuviéramos suficiente perspectiva nos daríamos cuenta, además, del sentido que total que tienen en la vida de cada uno.
Me apunto Magnolia. Genial. Gracias!
Publicar un comentario