miércoles, diciembre 29, 2010

Welcome (Lioret, 2009)





Calais, norte de Francia. Única puerta de acceso a Reino Unido para los inmigrantes ilegales. Escondidos en camiones o trenes pagan una fortuna por conseguir la entrada a la "tierra prometida". Bilal, un chico kurdo de 17 años, también quiere llegar allí, no por el becerro de oro, sino por Mina, su novia, que vive con su familia en Londres. Después de recorrer todo el continente hasta llegar a Francia, se encuentra con una barrera que parece infranqueable: el Canal de la Mancha.

Bilal gasta casi todo su dinero en un "pasador" que le cuela en un camión que subirá al ferry dirección Reino Unido. Es descubierto y aunque no repatriado, se gana la enemistad de otro de los inmigrantes que viajaba en el camión. Pero Bilal no se da por vencido y busca una forma distinta de conseguir su propósito: cruzar el canal a nado. Comienza a frecuentar una piscina donde paga unas clases de natación. Simon es el profesor que comienza a ayudarle para impresionar a su ex mujer Marion, pero que irá encariñándose del muchacho iraquí. Una primera persona que puede decir Welcome.
La firme decisión de Bilal servirá para que Simon despierte e intente cambiar su vida. La historia de amor de Bilal y Mina se mezcla con la de Simon y Marion. La relación entre profesor y alumno se convierte en un elemento conmovedor de la película. Simon comenzará a caminar al borde de la ilegalidad para ayudar a Bilal y llegará a cruzarlo.
La película muestra el problema duro y de difícil solución de la inmigración. Aunque parece que las autoridades son los "malos", vemos el problema complicado de fondo. Aunque es una película dura y amarga, deja un regusto dulce gracias a las aspiraciones y testimonios de los protagonistas.

lunes, diciembre 27, 2010

Paris, Texas (Wenders, 1984)



¿Qué hace un hombre en traje en medio del desierto tejano? ¿Está loco? ¿Está sordo? ¿Es un cowboy venido del pasado? ¿Y de qué conoce a ese tipo de los carteles? Un hombre soso, perfecto, con una mujer ideal, una empresa y una vida exquisita. ¿Qué le pasa a ese Travis?

Los colores hipersaturados, los acordes desgarrados de la guitarra, los planos de cámara subjetivos. Nos sentimos raros, sentimos que esos hombres no son reales. ¿Por qué querría comprar un pedazo de tierra vacío en Paris, Texas?

Luces de neón, atardeceres verdes, zapatos multicolores, salidas del colegio. ¿Dónde estamos? Le tratan como a un niño, Travis actúa como un niño. ¿Es un niño? Vídeos caseros, Travis investiga su pasado. No sabe quién es, no sabemos quién es. Tonos cálidos para el pasado, fríos y ajenos para el presente. Angustia. Y más acordes desgarrados.

Los pocos diálogos de la película dan sensación de angustia y vacío. No acabamos de conocer a Travis, no sabemos qué tiene en su cabeza. Y cuando hay conversación, no son diálogos, más bien monólogos. Los personajes aislados, solos, se comunican, pero no comparten nada. Uno de los momentos más desgarradores es cuando le siguen hasta el peep-show. ¿En eso se ha convertido esa mujer hermosa de los vídeos caseros? ¿En una mujer encerrada, sola? La carretera y el silencio. Los personajes solos con sus pensamientos. No tienen hogar, tan solo un coche y carreteras amplias y vacías, una habitación grotesca para uno.

Los personajes son complejos. No son los personajes de las películas clásicas. En Paris, Texas, los protagonistas actúan sin saber muy bien porqué. Se contradicen, no se deciden, están llenos de miedos y angustias. Están solos, vacíos. Salvo Hunter, el único personaje que da un poco de calor y vida. De no ser por él (personaje y actor) sería una película demasiado oscura a pesar de ser multicolor. Hunter es de otro color, va por libre. Cuando conoce a fondo a su padre, se funde con él (ambos visten ropas rojas) y cuando Jane se reúne con él, lleva el mismo color que ella y que la habitación.

La escena de la conversación en el peep-show entre Travis y Jane parece que supondrá un cambio drástico en sus historias, en sus vidas. La música cambia, es más suave e íntima. La actuación de Nastassja Kinski es espectacular. En ese largísimo plano en que solo le vemos a ella llorar, se nos encoge el corazón. Pero acaba la conversación y todo parece más confuso. ¿Se quieren? ¿No se quieren? El momento en que ella se acerca al cristal y vemos el reflejo de Travis sobre su cara es estupendo, sigue dejándonos con una sensación de duda y malestar. Y siguen solos. Hablan de cosas muy íntimas, se abren al completo, cada uno a un lado del cristal. Y después Travis ve el reencuentro desde su lado del cristal.

     Demasiada soledad y desconcierto. Demasiada angustia, demasiadas dudas.  Demasiadas preguntas. Demasiado solos. 

miércoles, diciembre 15, 2010

Ars filmanda


Llevo cuatro años escuchando comentarios a modo queja contra los estudiantes de Comunicación. En 2º estuve a punto de hacer un manifiesto, subirme a una mesa e intentar que todas esas personas "anti-comunicación" se sonrojaran de vergüenza. Nunca lo hice, ahora voy por la vía pacífica.

También es cierto que es otro el campo que ahora me toca defender o criticar: El cine. No hay nadie en el mundo a quien no le guste el cine, simplemente porque a todos nos gusta la vida, las historias. Sé que habrá un par de pesimistas que lean esto y piensen dejar de ir al cine como manifestación contra este "asco de vida" o cosas por el estilo, pero todo necesita un tiempo para encontrarle la chispa... Vuelvo al cine (no quiero discutir sobre el sentido de la vida, la muerte, las coca-colas o lo que sea). El cine nos da vida, nos cuenta historias, nos hace sentir, nos hace pensar, nos hace querer. A veces nos hunde en la butaca o nos hace saltar sobre la mesa (en ocasiones roncar en el sofá, pero incluso así uno disfruta). A mí me encantan las historias. Cuando era pequeña devoraba libros, me sabía todas las películas de mi casa de memoria y en el colegio contaba mis "batallitas". Reconozco ser de esos que "vuelven del estanco y lo cuentan como si volvieran de Vietnam". Y me gusta. Pero también me gustan quienes "vuelven de Vietnam y lo cuentan como si vinieran del estanco". Y por eso me gustan las historias. Alguien vuelve de algún lugar y te lo cuenta.

Claro que hay películas malas, películas que te hacen enfurecer, otras que te aburren... ¿Y cuántas hay que te hacen querer aprovechar todo al máximo? ¿Cuántas te hacen querer luchar, querer vivir, querer cambiar?

Yo bebo imágenes. Cada mañana, junto al café, tomo mi dosis de imágenes. Las necesito. Desde el monte del Perdón por la ventana hasta pequeños detalles en el mantel, o incluso en el bizcocho. Imágenes por todas partes. Miro, miro, miro. Y bebo. Y me encanta descubrir esas imágenes que yo he archivado en mi USB libre de virus mental en la pantalla.

Me gusta conocer a gente nueva sin tener que sufrir un poco por el primer contacto. ¡He conocido a tantas personas valiosísimas en la pantalla! Personas complejas, personas sencillas, que me sorprenden o dejan indiferente. Pero personas de todas formas. Y algunas de ellas han llegado a ser casi como amigos, confidentes. Me fío más de ellos que de mí. Tengo la sensación de que les conozco mejor que a mí mismo.

Me gusta estudiar, sí, me gusta. Y he aprendido cosas sentada en el sofá. ¡El cine y la televisión sí enseñan, lo prometo! Uno puede inquietarse por mil y un temas sobre los que nunca tendrá tiempo de investigar más a fondo. Pero dos horas de emociones relacionadas con un tema quedan más grabados en la mente que muchas horas de biblioteca (no quiero decir que no haya que pasar horas en la biblioteca).

Ver películas no es perder el tiempo. Ver películas es disfrutar, sufrir, llorar, reír. Creo que nunca me he dormido viendo una película. Si tengo la oportunidad de entender y conocer mi mundo, ¿voy a perderla? Ver películas me acerca a América, me acerca a los historiadores, a los filósofos, a los científicos. Me acerca a mí misma y a ti. Ver películas enseña a ser humanos.

martes, diciembre 07, 2010

domingo, diciembre 05, 2010

Toy Story 3 (Unkrich, 2010)


No es la primera vez que la veo, pero sigue fascinándome. Pixar lo consigue. Consigue no decepcionar tras una historia asombrosa como lo es Up. Y para quienes jugamos con Woody y Buzz de pequeños, Toy Story 3 tiene un valor añadido porque entendemos a Andy y a los juguetes.

Andy se va a la universidad y, tras un arrebato típico de madre, tiene que decidir qué llevar a la universidad y qué dejar en la buhardilla o tirar a la basura. La película comienza recordándonos la relación del niño y sus juguetes: sus tardes de fantasía, sus noches de compañía... Así que llegado el momento de la decisión, sufrimos. Y en la vida, en las historias de Pixar, las cosas no son tan sencillas. Porque en seguida todo se complica y tenemos a Woody intentando convencer a sus amigos de que ha habido un malentendido y han de volver a la habitación de Andy. Accidentes, camión de basura, huida, dudas, un viaje más largo. Realmente todo se complica. Y todos los juguetes llegan a la guardería Sunnyside.

Sunnyside parece un lugar idílico donde los juguetes siempre son usados, siempre tienen un niño que juega con ellos. Y los juguetes les reciben con los brazos abiertos. Y comienzan las dudas de nuevo: quizás estemos mejor aquí con Lotso (el oso de peluche rosa líder de los juguetes) que en una buhardilla.
La película está llena de detalles deliciosos en la ambientación y caracterización de los personajes. La guardería nos recuerda todos esos juguetes que teníamos de niños, las pegatinas de estrellas que brillan en la oscuridad, fotos de promoción, los gestos de los niños, sus ocurrencias para destruir muñecos.


Los personajes nuevos son geniales: Ken, Lotso, el terrorífico bebé, el mono que todo lo ve... Los diálogos tienen muchísima gracia y uno ríe a gusto. Buzz en la versión española es muy divertido (recomiendo ver la versión original de la película en inglés, no doblada). Lotso es un personaje perfectamente construido. Una vez leí que una historia es buena si tiene un buen antagonista. Pues éste es genial. Sí, es un oso rosa, pero su personalidad podría encajar en cualquier tipo de película. Un oso con acento de Nueva Orleans, tranquilo, amable, abrazos... Un tirano. Pero con una historia de desencantos que le ha llevado a ello. Me encanta la escena final en el vertedero, vemos cómo funciona su personaje, cómo es Lotso. Hay momentos en que pasamos miedo, gritamos, todo asusta como el genial momento en que Big Baby gira la cabeza en el columpio y se acerca a los juguetes (copiando la escena de los hobbits escondiéndose del Nazgul en El Señor de los anillos). El momento de la escapada es brillante, una mezcla entre Ocean's Eleven y La gran evasión.


Me encantaría ver una y otra vez esta película e ir sacando pequeños detalles. Detalles de decorados, de personajes, miradas, guiños, gestos. La música y el sonido también son espectaculares. La escena del vertedero es conmovedora por ello y por los "actorazos" con que cuentan. Y otro momento conmovedor es el final. He de reconocer que hacía mucho que no lloraba frente a una pantalla, y en esta película no puedo evitarlo en esos dos momentos. Muy buena, de verdad. Y como pasa con Up, no es una simple película infantil, gusta a todos.







jueves, diciembre 02, 2010

El concierto (Mihaileanu, 2009)



El concierto pone los pelos de punta. No es una película de terror ni de intrigas: es una película sobre pasiones, amor y amistad.

El planteamiento inicial es muy atractivo: un hombre que trabajó hace 30 años como director de la orquesta Bolshoi se entera de que un teatro en París quiere que el Bolshoi toque allí. Roba el fax, borra el email y reune a los antiguos componentes de la orquesta y se hacen pasar por ellos. Con un toque cómico, hace que el drama del comunismo y antisemitismo cale de forma sutil. Los diálogos al principio son un poco flojos, pero la película va creciendo hasta un clímax que "eleva el espíritu".

Hay puntos dramáticos en que falla un poco, demasiada rapidez, pero solamente por el concierto en sí, nos da igual. La calidad técnica es asombrosa, la fotografía de quitar el aire y la música cobra un protagonismo real. El momento del concierto crea una tensión que va creciendo y que hace que todo lo que has visto en la pantalla se ponga de pie frente a tus ojos con solemnidad y majestuosidad.


Una película delicada, elegante, muy cuidada, personajes muy humanos de los que quedas prendado, una música asombrosa, un humor genial, un drama medido y conmovedor. Una película encantadora.

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