lunes, enero 31, 2011

También la lluvia (Bollaín, 2010)



¿Qué sucede cuando realidad y ficción se mezclan? Esto es lo que plantea Icíar Bollaín en También la lluvia. La película consigue narrar la historia del rodaje y la rodada en un equilibrio perfecto. Con continuas influencias de la ficción en la realidad, toda la acción va creciendo hasta crear un clímax en el que cada personaje es interpelado. Un guión original apoyado por un montaje y fotografía muy acorde a la historia.


La historia va cobrando fuerza cuando intuimos que los actores beben de sus personajes; todo se entremezcla creando una única historia. Las escenas rodadas de la película son un espejo de las situaciones que viven los extras y que no son tratadas con frialdad, si no que afectan a todos los personajes y sus decisiones. Metaficción (el Cine en el Cine), más "metahistoria" (la Historia en la Historia).  El montaje crea relaciones entre las historias de los colonizadores (ya sea Colón o el equipo de rodaje) y las revueltas (de los indígenas o de los bolivianos por el agua). Los personajes están muy bien retratados, resultan muy humanas sus continuas dudas y vacilaciones. Hay momentos de gran intensidad y brillo interpretativo como la escena del ensayo del desembarco de Colón, el sermón de Montesinos o las grandes dudas de Sebastián. También la lluvia muestra conflictos humanos que no cambiarán por muchos siglos que pasen.




Fui a ver la película en medio de una huelga general, con policías antidisturbios por la zona. Durante la película, entendí el ambiente de revuelta, que también se da a este lado del charco. A la salida, las múltiples historia del film parecían unirse a mis andaduras por las calles de Pamplona. No sé si ese momento de tensión me hizo valorar más la película, pero he de decir que todo lo que vi esa noche me sorprendió. Esperaba encontrarme con una calidad media, típica de las películas españolas, pero pronto me olvidé de que estaba viendo cine español. Una gran calidad y cuidado de la imagen y el sonido acompañan durante toda la historia. Sí que tiene una gran carga social y (quizás) un aire moralista propio del discurso español, pero la historia te lleva a ello, no los discursos políticos-filosóficos. Un aire meditativo y tranquilo ayuda a disfrutar más de la historia, de las historias. La verdad es que creo que merece la pena verla.

jueves, enero 20, 2011

Looking for Richard (Pacino, 1996)



Pacino in love
¿Cómo explicar el amor a alguien que no lo conoce? ¿Cómo hacer entender la pasión hacia un desconocido? Al Pacino conoce, y eso le lleva a amar, la obra de William Shakespeare. Y quiere compartir esa pasión.
Muchos académicos han intentado explicar la vida y obra de William Shakespeare. Muchos ingleses intentaron hacernos entender su genio y figura. Muchos actores han querido ser Hamlet, Macbeth o Romeo. Muchos cineastas han adaptado sus obras al séptimo arte. Pero para entender a un poeta, a un artista, hay que serlo. Al Pacino juega a ser Shakespeare. No nos cuenta lo que escribió, ni cómo lo hizo. Nos lo muestra. Y se empeña en hacernos amar su teatro, en sufrirlo y verlo nacer.

Y ¿qué mejor para dar a conocer tu pasión que componer un pequeño collage de conocimientos, sentimientos y acciones? Expertos que diseccionan la obra de Ricardo III para poder entenderla; jóvenes que se enfrentan a un ser desconocido; poetas empeñados en sacar el alma del dramaturgo; actores brillantes empeñados en resucitar sus personajes.

Una película sobre Shakespeare, una historia sobre Ricardo III… son ficción. Y solo nos apasionamos con las personas reales. Un documental sobre el escritor, o sobre su obra, nos aburriría; se convertiría en una segunda ficción. Algo lejano, estudiado desde fuera, medido con la precisión de un guión. Algo que nos parecería casi tan irreal como una fábula. Pero Pacino quiere presentarnos a Shakespeare como el amigo fiel que siempre acude a sus representaciones. Trae al escritor a la vida en un documental muy interesante que mezcla las visiones de distintas personas: personas que conocen, personas que aman (como el hombre de color o el escocés) y personas que traen a la vida a esos personajes a fuerza de conocerlos y entenderlos.

Estas últimas personas son las que nos meten en la historia de Ricardo III. Los geniales actores que aparecen en esta historia de Shakespeare según Al Pacino, nos acompañan, parecen gritarnos que eso es arte. La música, los decorados, el vestuario y la luz. Todo nos mete en la época medieval del rey Ricardo. Todo nos devuelve a nuestro set de rodaje urbano. Jamás entenderemos a Shakespeare desde Nueva York, y jamás lo amaremos desde la Edad Media. Al Pacino nos muestra como descubrir a Shakespeare ahora, hoy.  Y lo hace a través de imágenes teatrales, de actores geniales, de reuniones y ensayos… En este documental el sabio es el poeta, el actor, el genio. Solo vive quien lo hace con pasión, quien comparte su pasión. Y Al Pacino vive y muere como Ricardo III. Lo ha conseguido. 

jueves, enero 13, 2011

Origen (Nolan, 2010)


Me parece difícil comentar una película como Origen. Sé que hay gente a la que le encanta y gente a la que le parece una tontería. Yo soy del grupo de los primeros. No voy a hablar aquí del argumento de la película pues creo que por mucho que te cuenten, si no la ves da igual, no te vas a enterar. Pero sí creo que es una historia genial (en el sentido más original: de un genio creativo). La historia me ha parecido de lo más original que he visto en mucho tiempo. Original, enrevesada pero sin dejarte en ridículo por no entender, va directa a la cabeza... ¿Quién no ha estado dándole vueltas una vez acabada?
"Es una película más de acción". Vale, pero tiene muchísimo más. No todas las películas de acción y aventuras hacen que tu cabeza se acelere mucho más que los latidos de tu corazón. Con Origen saltas en la butaca, te encoges, gritas... pero tu cabeza está corriendo por las tres fases del sueño, por las cuatro, por tus sueños, por los del guionista, los actores y tu perro. Acabas agotado mentalmente. Y no por densidad sino por intensidad. Y me gusta esa capacidad de hacer pensar y pensar sintiéndote más inteligente que DiCaprio o Page.
La puesta en escena es espectacular, las escenas en que Ariadne crea una ciudad son geniales, y las del hotel también. Hay un punto en que todo lo espectacular converge en unos pocos minutos: las historias, la música, los decorados... ¿Puro espectáculo? Si esta película fuera indie, con actores desconocidos y medios más modestos se hubiera convertido en una película de culto. Ahora tiene muchos seguidores y muchos que se quedan en el espectáculo vacío. Es lo que pasa con las películas altamente comerciales, caso de análisis para todos: para los críticos de cine, expertos y toda persona que conozca la palabra guión o efectos especiales. Los blockbuster son un arma de doble filo. Pueden ser estupendas, pero en una cultura de rebeldes, lo que triunfa y domina, a veces, nos tira para atrás... Habrá que ver cómo trata el tiempo a esta película.

domingo, enero 02, 2011

Stalag 17 (Wilder, 1953)



Nunca había visto una película bélica como ésta. Sin haber leído nada sobre Stalag 17, comencé a verla. Me sorprendió que el director fuera Billy Wilder. No podía imaginar al Billy Wilder de Some like it hot  o The apartment metiéndose en cine bélico.
Nada más comenzar pude escuchar a un narrador irónico, hablando sobre las películas de guerra que siempre olvidan a los prisioneros de guerra. Un plan de escapada al más puro estilo La gran evasión. Se aceptan apuestas sobre el éxito de la misión. ¿Ironía? Crudeza.
Misión fallida, la vida en el Stalag continúa. Vemos a los oficiales alemanes, ridículos. El campo de prisioneros se parece más al recreo de un colegio de educación primaria. Wilder se ríe de los alemanes, de los soldados americanos, de los rusos. Los presos son como chiquillos, juegan, beben, apuestan… Comenzamos a sospechar que hay un infiltrado dentro del barracón. Y no sabemos quién puede ser. Nuestras sospechas son las mismas que las de los protagonistas, sabemos lo mismo que ellos. Y comenzamos  a sospechar del más bribón del grupo: Sefton, un ladrón, un tipo que se aprovecha de todo y de todos. Comenzamos a odiarle, a odiarle de verdad. Pero todo continúa en un ambiente de humor y chiste. Los actores mantienen planos largos estáticos llenos de comicidad. Las frases afiladas cruzan a la velocidad de la luz de un lado a otro de la pantalla. La visita de la cruz Roja hace reír a carcajadas. De broma en broma comenzamos a pensar que estamos ante una película antibélica como las que harían ahora. En vez de criticar mostrando locura y violencia absurda como en Appocalypse Now, se ríen de todo con algunos gags como de película de cine mudo (la escena en que intentan colarse en el campamento de mujeres rusas pintando el suelo). 

La película adquiere otro tono cuando nosotros descubrimos que el infiltrado no es quien todos creen. Sabemos quién es el culpable y querríamos gritárselo al resto de soldados. Le vemos actuar, con su sonrisa perfecta, como si el asunto no fuera con él. Astuto.
Y con el plan para sacar a un nuevo prisionero del campo y el desenmascaramiento del traidor, la película cobra una gran fuerza dramática. Ya no hay esa sensación de diversión, no hay ironías sino tensión. Y al final vemos que no era una película ridícula. No es una parodia, es una fábula, una historia sobre la guerra. Y como todas las historias, el contenido cambia según quién la cuente. Y Wilder tenía que contarlo así. 
Dejo un clip de uno de los momentos más divertidos de la película. Por Navidad los oficiales alemanes regalan un ejemplar de Mein Kampf a cada barracón:

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