La delgada línea roja es una película bélica de casi tres horas. Ni se hace larga, ni es la típica película de guerra. Sí, hay combates, muertes, sangre, odio... Pero hay pausas, incluso en las batallas. Hay vida. Y como en la miniserie The Pacific, seguimos a varios personajes. No sus historias ni recorridos: sus pensamientos, sus anhelos, sus esperanzas, sus dudas. Y vemos en qué se apoya cada uno, qué piensan sobre la guerra, sobre ellos mismos. Unos actores de primera fila que casi no hablan, pero con sus miradas lo transmiten todo.
La fotografía es brillante, intimista. Y aunque estamos en medio de la jungla, la cámara observa, no pasa por ahí. Analiza, se detiene, piensa. La naturaleza se mezcla en la historia, los indígenas pasean por sus tierras. Y la música y los silencios ayudan a meterse en la piel de los soldados. El sonido también nos lleva a sentirnos en Guadalcanal, en la paz y en la guerra.
El montaje es original, a saltos, como el pensamiento que no sigue nada de forma lineal. Recuerdos que asaltan a los protagonistas en momentos de duda, en la batalla, en la calma. Y las conversaciones son tranquilas, apacibles, da igual quién mire y desde dónde. La cámara observa, recoge. Y los soldados escuchan, se distraen, miran todo, escuchan todo.
2 comentarios:
Una de mis películas favoritas en la cual se refleja el lado más humano dentro de la barbarie,el final lo encuentro sobrecogedor,me encanta.
Abrazo y saludos afectuosos!
peliculón.
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