Ver Las uvas de la ira es disfrutar unas horas de maravillosas imágenes y una potente historia. John Ford convierte la historia de la Gran Depresión americana en un western de cowboys contra empresarios. Cambia los carromatos por coches cargados de colchones y todas las pertenencias del hogar. Los caballos indios por tractores y máquinas demoledoras. Las plumas de los indios en la lejanía es un lujoso coche descapotable. La promesa del oro se mantiene. Y también el viaje del héroe que no tiene hogar. Tom Joad, magníficamente interpretado por Henry Fonda, es el nuevo vaquero: Al principio de la película lo vemos regresar a su hogar. Hogar que encontrará destrozado y que intentará recomponer. Marchará en busca de un futuro mejor; un paraíso de oro que nunca llega a encontrar. Tom continuará su viaje, sin destino fijo, dejando a los suyos en un buen lugar.
Esta historia épica está narrada de forma muy hermosa. Cada plano está cuidado como si de un cuadro se tratara. Ya desde la primera imagen sabemos que nos encontramos ante una obra de arte. Los encuadres están seleccionados con mimo y acierto. Hay veces en que Ford, y su director de fotografía Gregg Toland pintan fotografías de carácter documental sobre la Depresión. Otras veces crean planos salidos de un western, con sus vastas extensiones y la silueta diminuta del héroe recortada contra el horizonte. También hay planos cercanos al cine expresionista, con sombras marcadas y composiciones diagonales o en zigzag. Esta gran fuerza de cada plano pone al espectador en una actitud de contemplación y meditación. Sí, es una película de corte y crítica social. Los pobres son los héroes; aquellos que tienen dinero son unos malvados. Pero no es esto en lo que Ford hace caer la atención. Tampoco es en la relación o la enemistad entre el hombre y la naturaleza. La crisis económica se vio agravada por problemas climáticos que tampoco son el centro de la historia. Esas uvas que esperamos encontrar en el film y que nunca aparecen ceden protagonismo al viaje. Una peregrinación plagada de contratiempos y graves trabas personales. No son solo las averías o la falta de dinero lo que les impide avanzar. También hay problemas personales: un marido que desaparece, un sueño que se desvanece…
Los personajes secundarios ayudan a crear un personaje grupal. Tom dirige a su familia a California; pero cada miembro de ese grupo tiene un viaje personal que afrontar. Cada uno contribuye a dar más peso a Tom. El abuelo es todo un luchador, la madre una mujer fuerte y valiente, Casy un predicador en busca de espíritu… No son personajes muy desarrollados ni de gran fuerza en la acción. Tampoco lo es el de Tom. No sufren grandes cambios ni realizan grandes hazañas. Se enfrentan a la vida, a la pobreza, al hambre y a la miseria humana. Pero no son esas luchas lo más importante. En Las uvas de la ira no suceden grandes cosas ni tiene personajes arrebatadores, pero al final deja un regusto de satisfacción. Una satisfacción quizás conseguida por la captación de la belleza y la tranquilidad.
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