sábado, noviembre 06, 2010

You can't take it with you (Capra, 1938). Vive como quieras



You can’t take it with you. Sí, nos queda clara la moraleja. Da igual el dinero, cuando mueras, dará igual. Es la amistad lo que hace la vida valiosa. Y si te subes a un sicomoro, se ve todo mucho más claro.

Y es que en esta historia de contrastes, no hay grises. Los Sycamore están completamente locos. Tanto, que al principio cuesta enganchar con ellos. Pero son buenos, y muy divertidos. Tan buenos que hasta los animales les ayudan a fabricar torpedos. Los Kirby son el clásico estereotipo de personas asquerosamente ricas, avaras y faltas de virtudes humanas. Con su acento britanizado, los Kirby son detestables. Pero Tony es distinto. Es divertido, ingenioso y amable. Se enamora de una Sycamore. Romeo y Julieta versión manicomio.

Menos mal que Frank Capra quería hacer una comedia, porque si no hubiera sido la “típica historia”, Cuento de Navidad, sin ser Navidad. Mr. Kirby se hubiera llamado Scrooge y Martin Vanderhof hubiera sido transparente. Y aunque resulte una historia demasiado moralizante y sabemos perfectamente desde el principio que Grandpa acabará haciendo ver a Mr. Kirby que el dinero no da la felicidad, no nos interesa tanto qué sucederá, sino cómo.

Las conversaciones y situaciones están cargadas de buen humor, humor del verdadero. La casa de los Sycamore (con ese cartel de Home Sweet Home que marca el ánimo generalizado de la familia) tiene aire de esperpento. A veces nos parece demasiado absurdo, pero como los personajes están bien creados, les creemos. Pero no todo es risa fácil (el ruso, las clases de ballet, los petardos en el sótano), sino que también provoca tristeza real. E incluso lágrimas de alegría (cuando los amigos de Grandpa pagan la multa). Una película en que acabas de llorar de la risa para llorar de pena. Entendemos el conflicto de Alice, la impotencia de Tony, la profunda amistad que todos sienten por Grandpa… Los personajes, como ya hemos dicho, están bien construidos. Varios personajes tienen conflictos propios, no son secundarios que solo están ahí para apoyar una acción central.

Algunas de las escenas son memorables, entrañables. Casi da la sensación de que la película se articula en escenas marginales. No sé si la unión, en este caso, hace la fuerza.  Al recordar la película hacia atrás no se piensa en la genial historia que comenzó y acabó, sino en gags sueltos. La escena del restaurante y los “ratones” es genial. Y la de la fabricación de explosivos en casa con Jim como ayudante nos introduce en el mundo de Blancanieves con mucha gracia.

¿Moralizante? Mucho. ¿Divertida? Muchísimo. ¿Puede pasar algo más en esta casa? Mientras el cuadro de  la entrada siga cayéndose, todo va bien. Hogar, dulce hogar. 

Os dejo una escena en que vemos la ilusión y el atractivo de la película: 

1 comentario:

antonio dijo...

Buenísima película que deja patente las cosas autenticas de la vida,nuestros sueños.

Saludos afectuosos!

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