lunes, junio 06, 2011

La infancia de Iván (Tarkovsky, 1962)


¿Quién es ese niño que tan pronto aparece en una escena idílica como nadando a través de un cenagal? ¿Por qué ese niño de rostro angelical parece luego un demonio lleno de rabia? Un niño que trabaja como espía en la guerra, un niño que sigue jugando; aunque su imaginación va muy lejos y le hace jugar con el rostro perlado de sudor. En La infancia de Iván las respuestas van llegando poco a poco y con un estilo particular.
Tarkovsky nos narra la guerra con un niño como protagonista. Y lo hace sin mostrar batallas, sin casi mostrar al enemigo y mostrando tan solo dos víctimas. Pero lo que el director consigue es hacer visible lo invisible: los miedos, el aburrimiento, los nervios, las dudas. Nunca llegamos a acceder al interior de los personajes, ni siquiera del propio Iván, pero ellos consiguen hacernos sentir como ellos lo hacen. Sentimos esa misma desorientación.
La película entrelaza la historia con los sueños y pesadillas de Iván. La fotografía consigue reforzar esa ensoñación en que nos sumerge la historia. La cámara consigue hacernos soñar con complicados y pulcros movimientos que llenan la pantalla de belleza; pero también nos asusta cuando deja al niño oculto en las sombras o corre entre los árboles. La escena final con el material documental consigue hacer que al espectador se le encoja el corazón.

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