Uno de los aspectos más curiosos de O Brother, Where art thou? es esa
búsqueda del perdón y la verdadera esencia de la persona. Los protagonistas
saben que su actuar no es “jurídicamente” adecuado, pero buscan ser perdonados
a través de su buen actuar humano y a través de Dios. Delmar y Pete se bautizan
buscando esa “redención”, esa comprensión de Dios y de sus colegas los hombres.
Parece que encuentran perdón en sus propias almas.
Su viaje parece ir en busca no solo del tesoro (inventado), sino de una justificación. Cuando consigan el dinero, darán igual los crímenes, dará igual el pasado, cumplirán sus sueños y vivirán en paz. Antes de ser “perdonados” públicamente por el Gobernador, Everett reprocha a sus amigos el no saber perdonarle y darle la espalda:
EVERETT
So you're against me now, too!... Is
that how it is, boys?
The whole world and God Almighty...
and now you.
Ni siquiera sus amigos son capaces de perdonar sus errores.
Después de ser absueltos por la música y el interés político, por la sociedad,
ellos se reconocen inocentes ante sí mismos y el mundo. Pueden pasear por las
calles con impunidad, pueden viajar a su antojo. Pero la ley sigue detrás de
ellos, y es ahí cuando Dios también les perdona ante la súplica sincera (que
luego intenta esconder) de Everett.
Casi como si la película tuviera que pedir perdón por tratar temas tan profundos sobre el hombre con tanta livianidad. Una comedia llena de imágenes típicas de las películas sobre la Gran Depresión como Las uvas de la ira o Bonnie y Clyde. Toca temas típicamente americanos como el Ku Klux Klan (nada que ver con El nacimiento de una nación) y los gangsters. Con imágenes bellísimas y acompañadas con una música exquisita que sumerge el momento histórico en ese aire mítico de La Odisea.