jueves, septiembre 15, 2011

El acorazado Potemkin (Sergei Eisenstein, 1925)

 
1925. Aniversario de la revolución rusa de 1905. El comunismo ha triunfado en el país. El cine se ha convertido en un arma, un arma intelectual. Luchemos, apoyemos al Partido con la imagen, pero no como lo hizo Griffith, hagámoslo bien. Comprendamos todos y cada uno de los mecanismos y engranajes de nuestro rifle. Eisenstein desarrolló toda una teoría del cine. Centrado en el montaje y su funcionamiento dialéctico. Siguiendo los experimentos de Kuleshov y llevándolos más allá, dirigió (bastante dirigió) El acorazado Potemkin.
No se habían utilizado antes tantos planos, tantos encuadres diferentes, aplicados  a la narración. Si ya Vertov había trabajado con el potencial del montaje para hacer una "sinfonía" de su ciudad y su cine; Eisenstein lo pone al servicio de una historia. Aunque más bien lo pone al servicio de una ideología. Con el montaje del filme quiso dirigir las mentes de los espectadores hacia donde él quería. Y, realmente, lo hace con maestría. Ahora nos resulta algo burdo el proceso de "adoctrinamiento" con metáforas visuales, pero en su momento enfervorecería a las masas. El montaje de colisiones lleva al espectador de la mano durante toda la cinta. Pero no es solo un adoctrinamiento para los camaradas campesinos o trabajadores. El estilo poético, más que narrativo, tiene un gran atractivo. Las fuerzas en colisión son también los elementos formales: las masas, líneas, direcciones... Y hace que casi cada plano quede clavado en la retina, en la mente. El pequeño paso entre los actos II y III, en la bahía, resulta magnífico. Un momento para contemplar la belleza  antes de llegar al momento álgido de la película: la secuencia en las escaleras de Odesa.

Cada plano tiene un fuerte apelativo. Esos rostros sonrientes sacados de los carteles de propaganda soviética ("Camaradas, uníos"), las botas y sombras amenazantes de los carteles de guerra, caras de hombres y mujeres normales, de trabajadores, de compañeros. La tensión de la escena se muestra en los ojos de cada personaje (todos personajes principales) que con gran naturalidad actúan o viven lo que allí sucede.
¿Demasiado dirigista? Sí. Pero con gran acierto y virtuosismo. A mí, me ha dejado con la boca abierta.

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